A lo largo del verano se han visto carreteras engullidas por riadas imparables, asfalto que cedía, como en Arganda del Rey ante el peso de tanta agua, coches reventado por granizos de más de seis centímetros y cómo en el norte se rifaba cada metro cuadrado de playa con la misma ansia que si fuera el mediterráneo. Este ha sido un verano atípico, voluble, caprichoso y de humores extremos.

"El verano meteorológico ya acaba. Se ha caracterizado por las altas temperaturas pero también por los cambios bruscos, por los contrastes térmicos que hemos vivido. Las lluvias han sido abundantes en el centro peninsular. Por lo tanto, ha sido un verano cálido pero también muy húmedo en bastantes zonas", ha señalado Lluis Obiols, meteorólogo de 'laSexta Noticias'.

Junio empezó con tormentas y granizadas espectaculares. A mediados, se fraguó una ola de calor que reventó todos los registros. Por ejemplo, en Sevilla alcanzaron los 43 grados y en Ourense los 40. El verano trazaba dientes de sierra, días de abanico y otros de temporal, como el que le costó la vida a un hombre atrapado en su vehículo en Coslada.

Luego se pasó a un calor de historia. El 13 de julio en Córdoba, 46,8 grados, máxima nacional de todos los tiempos. Y en agosto, igual que en julio, noches ecuatoriales por encima de 25 grados alternadas con riadas y tormentas. Unos datos sorprendentes que en cualquier verano se habrían llevado todo el protagonismo y que en este, tan rico en rarezas, tienen conformarse con hacer cola.