Cuando el teléfono suena en la Fundación ANAR, se activan las alarmas. Puede tratarse de la llamada desesperada de un adolescente. Aquí detectan una media de dos llamadas diarias de menores de edad con ideas suicidas.

La subdirectora de Teléfono ANAR, Diana Díez, asegura que son jóvenes que hablan de una soledad enorme y añade que "no tienen, según nos comentan, con quién hablar de sus dificultades ni de sus sentimientos".

Relaciones familiares difíciles, consumo de drogas, amistades fallidas o acoso escolar son las causas más frecuentes para que surjan este tipo de pensamientos destructivos. Pero los psicólogos advierten, el suicidio no es la solución a algo pasajero. Díez recalca que hay que saber cómo manejar las frustraciones.

El suicidio se ha convertido en la segunda causa de muerte de jóvenes y niños en el mundo después de las guerras. Por eso, se hace imprescindible un seguimiento completo a nivel profesional y familiar con las primeras alertas, las autolesiones.

Enrique Baca, jefe de psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz, afirma que es un tratamiento multidisciplinar en el que actúan "psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, en el caso de los niños, psicopedagogos y por supuesto hay que incluir a la familia".

Casos de suicidio en adolescentes que han impresionado a la sociedad, como en el caso de Arancha, de 16 años, que en un mensaje aseguraba que el acoso que sufría en el instituto le quitó las ganas de vivir. Igual que a Carla, de 14, a quienes sus compañeros martirizaban e insultaban en clase.

Son problemas que se vuelven desesperantes para quienes no saben lidiar con ellos. Los especialistas reclaman mayor atención a lo que pueda estar pasando con los menores en los diferentes ámbitos de sus vidas.