Una helada en el campo son imágenes curiosas, como la del río Tera, congelado a su paso por Puebla de Sanabria, Zamora. Pero una helada en ciudad ya no es tan entretenida. Ni para peatones y mucho menos para los coches.

El antídoto es la sal: eficaz, barata y facilísima de encontrar. Pero tiene algunos inconvenientes: se come el asfalto, neumáticos y la carrocería de los coches y además contamina.

En Álava han encontrado una alternativa menos mala: la salmuera. Sal mezclada con agua. "Se produce una mejor distribución en la carretera. Ecológicamente es mucho mejor porque tiene menos concentración de sal", afirma Francisco Llarena, responsable de Viabilidad Invernal de la Diputación Foral de Álava.

Sin embargo, el objetivo es eliminar totalmente la sal. La respuesta es un invento español: una especie de suelo radiante que se instala bajo el asfalto. El agua caliente evita que se forme hielo. Lo ha creado el centro tecnológico CARTIF, de Valladolid. Pero el problema es que es caro.

Otra solución es la gravilla. Se usa en países nórdicos. El Ayuntamiento de Cercedilla, Madrid, estudia introducirla pero también tiene inconvenientes. "Conlleva una serie de efectos secundarios después una vez que ya se va la nieve, pero bueno", afirma Jesús Ventas Pérez, Primer Teniente de Alcalde de Cercedilla, Madrid.

En Berlín está prohibido echar sal. La multa para el que no lo cumple puede llegar a los 10.000 euros.