De manera inconsciente nos llevamos la mano a los labios, pasamos la lengua por la uña, nos adentramos un poco más y ya la tenemos entre los dientes. Apretamos, desgarramos, y el placer que sentimos solo tarda unos segundos en dar paso a la culpabilidad. En eso consiste la onicofagia. Ahora bien, ¿podemos evitarlo?

Tenemos una buena noticia: Sí, se puede. Si pudimos aprender a mordernos las uñas, podremos desaprenderlo. O eso al menos nos asegura Vanesa Fernández, doctora en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

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El contexto. Muchos nos acordamos de la primera uña que mordimos. Somos de los que empezamos por las de nuestros muñecos. Llenaban nuestra habitación las barbies y los nenucos con los dedos mutilados. A lo mejor la onicofagia nos vino más tarde. Cuando empezamos los exámenes del colegio, las exigencias del instituto. Y lo peor no es estar entre ese 30 % de los niños que se muerden las uñas. Entre el 45 % de los adolescentes que lo hacen. Sino en el de los adultos incapaces de desvincularnos de la manía.

¿De dónde sale? Nuestra voracidad puede tener dos orígenes:

  • Factores emocionales. La ansiedad, la ira, el aburrimiento, la preocupación o el interés. Porque cuando alguien nos está comentando algo interesante o estamos viendo una película que nos gusta, a veces también nos las mordemos para aliviar la excitación que produce el estímulo al que atendemos.
  • Factores conductuales. Hemos consolidado un hábito. De manera inconsciente nos llevamos la mano a la boca, las uñas a los dientes, y ya estamos liados.

Pasos para evitarlo. Y pasando por reconocer el problema, podremos encontrar la solución. Dependiendo del factor que sea, así será. De nuevo nos ayuda a explicarlas la doctora en Psicología Vanesa Fernández. Ahí van, no perdemos nada en probar:

  • 1- Echarnos un producto desagradable en la uña para que cuando de manera inconsciente nos la metamos en la boca, saquemos el dedo. Son esmaltes de sabor amargo, y en la farmacia encontramos varias soluciones, pero ve preparado porque la marca más popular cuesta unos 17 euros.
  • 2- Más barato, un remedio casero de la abuela: Untarnos un diente de ajo por las uñas. Ojo a los efectos secundarios: Luismi y Mariam nos han contado que de pequeños se lo echaban, y acabaron amando el ajo. Y siguieron mordiéndose las uñas.
  • 3- Pintarnos las uñas. Así nos llamarán la atención al metérnoslas en la boca, y podremos quitarle la involuntariedad al acto. Tal vez frenarlo.
  • 4- Mejorar nuestra manicura en general. Un buen aspecto, un trabajo de cuidado, tal vez nos haga pensar dos veces si queremos destrozarlo a bocados.
  • 5- Comer chicle. O tener un boli entre las manos. Si tenemos localizado el momento en el que nos las mordemos, por ejemplo, en el fútbol. Podemos ir cargados de chicles. Así será incompatible el dedo con el chicle.
  • 6- Pedir ayuda a un profesional. Desde la terapia pueden ayudarnos. A gestionar nuestras emociones, a reducir la ansiedad, el estrés... O tal vez el origen de nuestro hábito sea algo que tenemos que desatascar de nuestra cabeza.