Erika tiene tres hijos y, junto a su marido, decidió instalarse en Robregordo, un municipio de Madrid con solo 65 habitantes que está al borde de la despoblación. Ella hizo el camino inverso, dejó la gran ciudad y apostó por un pueblo pequeño. "Si hubiera más infraestructuras la gente se animaría a vivir aquí", explica Erika.
El autobús solo pasa dos veces al día, para hacer la compra es necesario coger el coche y sus hijos tienen que desplazarse a otro pueblo, a 30 kilómetros, para ir a clase. "Mis dos hijos van a la Cabrera, se van muy pronto en la ruta y les deja muy tarde", añade la entrevistada.
Otro de los protagonistas de esta historia es Bernardino, que vivió su niñez en Robregordo, se fue a Madrid a trabajar, y tras jubilarse pasa en el pueblo seis meses al año. Este hombre considera que la solución es que "alguna empresa invierta en la zona y cree puestos de trabajo" para animar a la gente a desplazarse y comenzar su repoblación.
Robregordo es uno de los 23 pueblos de la Sierra Norte de Madrid, al borde de la desaparición. Los ayuntamientos piden a las grandes administraciones que no se olviden de ellos. "Dependemos mucho de otras administraciones, de la Comundiad de madrid y de las subvenciones que nos puede llegar", explica María Alcaldesa, alcaldesa de Robregordo.
Con 200.000 euros, el presupuesto total del que disponían en 2019, admiten que es complicado atraer nuevos vecinos. Por eso, se han unido al proyecto Arraigo, que busca crear lazos entre los pueblos y las personas que buscan oportunidades fuera de las ciudades.
"Nos acercamos a las personas que desean tener una vida diferente en el medio rural", explica Enrique Martínez Pomar, responsable de este proyecto. Y es que tienen un objetivo claro: no dar la espalda a esa España que desaparece.