Llegan las vacaciones, y entre nuestros destinos deseados están Tailandia, Australia, Islandia o el Caribe. Conseguimos billetes de avión a precios bajos. Por ejemplo: "400 cada uno ida y vuelta a Colombia", explica una mujer.

Pero con un coste medioambiental, muy alto. "Un vuelo de Madrid a Lima emite 110.000 litros de combustible y eso contribuye a derretir cinco metros cuadrados de casquete polar", explica Pablo Muñoz, de Ecologistas en Acción.

Mientras otras emisiones como las de los coches decrecen, las de los aviones han crecido un 26% en los últimos cinco años, y, cómo indica el experto, "se prevé que aumente un 40% de aquí a 2040 lo que nos situaría en niveles de emisiones insostenibles".

Europa le está declarando la guerra a los vuelos. En Alemania proponen limitar a tres los trayectos de ida y vuelta por persona al año. Y vuelos como el París- Marsella o el Ámsterdam-Bruselas, podrían tener los días contados. Su alternativa en tren es similar en tiempo y contamina mucho menos.

En España, también podemos cambiar el cielo por los raíles. "El viaje Madrid-Barcelona en tren genera siete kilos de CO2 y en avión unos 70 kilos, hasta diez veces más", cuenta Muñoz.

Suecia ya ha acuñado el término "flygskam", que significa: vergüenza de volar. La activista impulsora de los viernes verdes se niega a coger aviones, y parece que ha cundido el ejemplo. Casi 400.000 pasajeros menos en 2019, y la economía crece.

"Es muy importante que se genere un debate en la opinión pública sobre cuál es el impacto de la elección de nuestras formas de transporte", insiste Muñoz.

Hacemos un test de concienciación y preguntados por si sacrificarían las vacaciones por el medioambiente. Algunos están dispuestos a planteárselo, y otros responden más seguros: "¿Qué mas da viajar si nos cargamos todo esto?". Por unos viajes sin malos humos para el planeta.