Cae la tarde y en Algar, en la provincia de Cádiz, decenas de sillas ocupan las aceras, tal y como se puede ver en el vídeo principal de esta noticia. Una costumbre que se remonta décadas atrás, y que luchan para que no se pierda.

Su alcalde, José Carlos Sánchez, se ha propuesto triunfar "al fresco con la UNESCO": proclamar las charlas al fresco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero le han dicho que paso a paso. La Junta de Andalucía le recomienda declararlo primero Bien de Interés Cultural y, con esa distinción, elevar la iniciativa a la UNESCO. Para conseguirlo, José Carlos Sánchez ha mandado una carta a todos los municipios de Andalucía para que se unan y hagan fuerza con él. Y muchos ya están contestando que cuenten con sus sillas, su charleta y su fresco.

¿Y por qué esta costumbre se merece tal distinción? Dice José Carlos Sánchez que en esos ratitos los vecinos se transmiten todo lo vivido durante el día, verbalmente y cara a cara. Sin tecnología mediante. También intentan motivar a los jóvenes, de quienes critican que "están todo el día con el móvil", o "no hablan, les dices que se sienten al fresco y te dicen que les dejes en paz".

Sí, critican. Porque para eso son las charlas al fresco. Nos lo dicen los algareños: "Aquí criticamos al amigo y el amigo nos critica a nosotros". Acercamos nuestro micrófono, sus orejas, querido espectador, y escuchamos comentar las copas que una de las vecinas se bebió la noche anterior en la feria. Lo que ha engordado otro de los paisanos. O las recientes muertes de María Jiménez y María Teresa Campos. Así pasan las horas más frescas del día. En compañía, y muchas veces, solo mirando. Sin nada que decir.

Mientras la Junta de Andalucía gestiona el reconocimiento de las charlas al fresco Bien de Interés Cultural, en Algar apuran las últimas charlas. Las fiestas del municipio están a punto de terminar. Cuando acaben, el pueblo de poco más de 1.200 habitantes quedará más menguado. El frío relevará al fresco, y los chismorreos se quedarán en la intimidad de los hogares.