La foto de Madrid ha cambiado: una bici de alquiler, un patinete, una moto... Han salido como champiñones. Es la santísima Trinidad de la movilidad urbana moderna. Aceras muy llenas en las que no siempre conviven en armonía con el peatón. "Toda la calle llenas de bicicletas de estas... vergonzoso. Esto parece una chatarrería", comenta un vecino.

Pero su éxito es que se localizan por GPS y se cogen y dejan donde mejor viene. En Madrid los patinetes van más rápidos que las ordenanzas. Pero la próxima obligará a usarlos con casco. "Cuando me obliguen a ponérmelo, cogeré el servicio de bicicletas", explica un usuario que utiliza el patinete.

Las bicis de alquiler están más ordenadas. Las 2.000 del Ayuntamiento se aparcan en sus horquillas. Las de empresas privadas, más de doscientas bicicletas, donde quieren. Pero el vandalismo, pese a las advertencias, obligó a una de estas empresas a tirar la toalla y cerrar.

Vandalismo también contra las motos y bicis de alquiler en Barcelona. Y en Valencia, donde luchan contra él con 30 operarios de mantenimiento de su servicio público de alquiler. La guerra del patinete ya la ganaron. Lime okupó sus calles pero solo duró ocho días hasta que el Ayuntamiento les expulsó.