El marroquí Yasin Kanza sembró el pánico dentro y fuera de las dos iglesias de Algeciras (Cádiz) que recorrió con un machete de grandes dimensiones, durante el ataque en el que mató a un sacristán e hirió a cuatro personas, entre ellas un sacerdote salesiano.

Una madre y una hija que se lo encontraron por la calle, caminando con un machete de grandes dimensiones, se sintieron tan atemorizadas al verle que decidieron refugiarse en la Iglesia de San Isidro, en la que en ese momento el sacerdote salesiano Antonio Rodríguez, de 74 años, celebraba la eucaristía de las siete de la tarde.

Pero el hombre entró en la iglesia, y pasó cerca de ellas gritando. Las dos mujeres alcanzaron a huir, mientras escuchaban cómo la gente que se había quedado en ella comenzaba a gritar, aterradas mientras el individuo apuñalaba al sacerdote, según los testimonios recabados por Efe.

Otra mujer que estaba en ese momento en misa y que acababa de comulgar, vio al hombre entrar en la iglesia gritando: "Por Alá, por Alá, que no nos moviéramos". Aunque todo el mundo se quedó quieto, ella, junto a otras dos mujeres, pensó "o nos vamos, o nos pilla aquí" y entonces decidieron huir corriendo del templo hasta refugiarse en una peluquería cercana, desde la que llamaron a la Policía. En su huida, escucharon también los gritos de horror de la gente que estaba en la iglesia.

Tras dejar herido al cura Antonio Rodríguez, de 74 años, el agresor se dirigió a la Iglesia de Nuestra Señora de La Palma, en la céntrica Plaza Alta de Algeciras. En el camino también sembró la alarma entre los vecinos que le veían caminar con el arma en la mano.

Accedió a la iglesia y, tras causar diversos destrozos, atacó al sacristán Diego Valencia, quien logró salir del templo. En su exterior fue alcanzado por el atacante, que le asestó las puñaladas mortales. Otras tres personas han resultado heridas, aunque de momento se desconoce su estado.

Después, el hombre se dirigió a la Capilla de Europa, un templo ubicado frente al anterior y aporreó la puerta, pero como la iglesia estaba cerrada, se marchó.

Varias habían sido las llamadas que habían alertado a la Policía de la presencia del atacante, que finalmente fue detenido en las inmediaciones de la Plaza Alta, donde había dejado muerto al sacristán.