Nos encontramos con un grupo de amigas, mujeres de Sevilla de 28 años, recién llegadas a Madrid de despedida de soltera. Puede conocerlas en este vídeo. "¿Alguna se ha puesto mala ya?", les preguntamos buscando su sorpresa. Sin embargo, nos sacan en plena calle un auténtico arsenal farmacológico. Paracetamoles, fisiocrenes, ventolines y nolotiles salen de sus bolsos. Acostumbradas, nos dicen, a enfermar en cada viaje: "Por lo menos, caen tres". Son rotundas. Gastroenteritis, conjuntivitis y hasta desmayos avalan su teoría. Y se acerca a la nuestra: "En cuanto nos relajamos, el cuerpo dice 'aquí estoy'".
Esa sensación de que nuestro cuerpo sabe cuándo empezamos las vacaciones y espera ese momento para mostrar sus achaques, tiene un nombre: enfermedad del ocio. Una alteración que siente nuestro cuerpo cuando tiene que adaptarse del cambio de una rutina diaria de estrés, a una de descanso. ¿Pero es realidad o simplemente casualidad?
Desde el campo de la inmunología, el catedrático Alfredo Corell tiene una respuesta a por qué le sucede esto a nuestro organismo. El sistema inmunitario y el sistema nervioso central están en continua comunicación. Así que cuando tenemos estrés, éste se transmite a nuestras defensas y somos más propensos a las infecciones. Nos pasa, por ejemplo, en época de exámenes: nos salen llagas en la boca, conjuntivitis, catarro... Porque el sistema nervioso central manda una señal de estrés agudo que va a suprimir la respuesta inmunitaria. Pero en el día a día, además del cortisol del estrés agudo que nos suprime la respuesta inmunitaria, hay otra señal de tensión que nos acompaña en las tareas cotidianas: el estrés crónico, marcado por la adrenalina y positivo para el sistema inmunitario.
Así que hay un equilibrio entre estas dos señales: entre la señal positiva del estrés agudo, que nos mantiene despiertos a nosotros y nuestras defensas, y el estrés crónico continuo del día a día de la carga del trabajo, familiar o sentimental, que nos lleva a una inmunosupresión, y a que nuestras defensas bajen. Por eso hay personas que tras esa carga del día a día ven el inicio del descanso y caen enfermas. Justo en ese momento. Porque la adrenalina del día a día que mantiene despierto al sistema inmunitario desaparece y queda el del cortisol, el del estrés permanente y crónico que nos tumba las defensas. Una especie de síndrome prevacacional.
Guillermo Rodríguez Velasco, de Capital Psicólogos, añade que también se debe a los picos de estrés. Cuando por fin empezamos nuestras vacaciones y descansamos, nuestro cuerpo que ha trabajado en exceso ya no aguanta más, y enferma. Prefiere ponerse enfermo en ese momento de descanso, porque se siente menos vulnerable.
La ciencia lleva tiempo intentando demostrar que efectivamente enfermamos más cuando estamos a punto de empezar las vacaciones, que durante nuestros tiempos de trabajo. Sin conclusiones rotundas ni categóricas. También puede haber una explicación relacionada con los cambios que experimentamos al viajar: climas nuevos, nuevos alimentos, e incluso un mayor uso de medios de transporte concurridos y llenos de personas, demasiado cerca, con demasiados virus. Esta es la explicación que nos dan los farmacéuticos de barrios turísticos de Madrid y Valencia con los que hemos hablado.
Por lo tanto, podemos llamarlo enfermedad del ocio, síndrome prevacacional o simplemente, Ley de Murphy. Si queremos tratarlo, debemos intentar que los cambios de rutina sean lo más suaves posible. Haciendo en todo momento ejercicio, siguiendo una dieta saludable, y dedicándonos las necesarias horas de sueño.
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