El delito por el asesinato de Déborah Fernández prescribe en solo cuatro meses, por eso la familia se ha movilizado para pedir justicia y que los responsables de investigar el caso intenten conocer la verdad.
El caso está lleno de contradicciones. Todo se remonta al 30 de abril de 2002, cuando Déborah, con 21 años, sale a correr por la playa de Samil (Vigo), y jamás regresa a su casa.
Diez días después su cuerpo aparece en una cuneta: desnudo, cubierto por hojas y a más de 40 kilómetro de su casa. Junto a ella, un preservativo usado y un pañuelo con restos biológicos, los mismos encontrados en su vagina.
El escenario parece preparado y ninguna de las pista coincide con el principal sospechoso: su exnovio. Es por eso que en 2010 el juez archiva el caso, pese a confirmar las contradicciones de su expareja, alegando que faltan pruebas objetivas o biológicas.
Nueve años después, la familia consigue reabrirlo. Llega incluso a exhumarse el cuerpo de Déborah en 2020, cuando se encuentra bajo sus uñas una serie de pelos y fibras "coincidentes" con las muestras tomadas al exnovio de la víctima.
Pese a estos indicios que de nuevo señalan al mismo sospechoso, este no ha sido aún llamado a declarar. Algo que para la familia es inaceptable, por lo que piden justicia para que el asesinato de Déborah Fernández no quede impune.