Un niño que no sabe nadar solo necesita 27 segundos para ahogarse, el tiempo justo que tarda una inspiración en llevar agua a sus pulmones. Tres de cada cuatro fallecimientos infantiles se producen en piscinas privadas.

"La mayoría de los accidentes infantiles ocurren en el agua", explica José Antonio Argibay, de la Agencia Gallega de Emergencias, que alerta de que "los niños carecen del sentido del miedo".

En España, cada comunidad establece su normativa de seguridad y, aunque algunas incluyen en ella a la comunidades de vecinos, en la mayoría de los casos, son las propias juntas vecinales las que deciden libremente si ponen o no un socorrista.

Para María Ángeles Miranda, de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil, es necesario endurecer las leyes. "Nos obligan a que nuestros hijos deben ir con un sistema de seguridad infantil dentro del automóvil, y esto es un poco lo mismo", afirma.

Para ella, Francia es el ejemplo a seguir: allí, todas las piscinas, incluidas las privadas, deben contar con un sistema de seguridad obligatorio y homologado por el Gobierno galo.

Para ello, dan varias opciones: alarmas de perímetro, que detectan si algo entra en el área cercana a la piscina; alarmas de inmersión, que detectan objetos de más de dos kilos inmersos en el agua; o bien una valla se seguridad.

Esta última opción debe tener, como mínimo, cuatro metros de altura, no puede tener aperturas y tiene que estar colocada a una distancia suficiente del borde del agua.

Igual que con el vallado, la obligatoriedad o no de un socorrista la regula cada comunidad, normalmente dependiendo del tamaño de la piscina.

Sin embargo, los expertos como José Antonio Argibay avisan de que "dejamos en manos de los servicios de salvamento y socorrismo toda la responsabilidad y nos genera una sensación de falsa seguridad".