El pozo de Totalán, en Málaga, al que cayó Julen pertenece a una serie de perforaciones de sondeo que se utilizan para obtener agua potable o para regadío y se construyen con maquinaria específica.

La perforación puede llegar hasta los 450 metros de profundidad buscando agua y el diámetro puede variar. Una vez se da con la superficie líquida, se inyecta agua para limpiar la perforación. Después hay que entubar para proteger el pozo. "Durante los primeros metros se mete una boquilla para evitar el desprendimiento del terreno superficial", explica Víctor Martín, jefe de 'Sondeos Seymar'.

Pero si no se encuentra agua en la perforación siempre hay que proteger el pozo para evitar accidentes. "Hay que cerrarlo o poner una chapa sobre el agujero", señala Javier Delgado, trabajador de la empresa mencionada. Otra opción es rellenarlos con la misma tierra que se ha extraído.

Estos pozos suelen hacerse en fincas particulares y cuestan unos 85 euros de media por metro perforado y entubado. En un día suele estar listo.

Para hacerlos es necesario pedir un permiso al ayuntamiento y algunas comunidades, además, exigen un proyecto previo. Para que sea legal hay que registrarlo en la confederación hidrográfica correspondiente.