Después de tres operaciones de corazón, a Javier ya solo le queda una opción, la del trasplante. Espera que la intervención llegue lo antes posible, pero para que llegado el día todo salga lo mejor posible se ha tenido que ir a vivir a dos horas (como máximo) del hospital en el que le tratan.
Él es de el Bierzo, a unas cuatro horas de Madrid, donde estaba obligado a instalarse por dadas las circunstancias. Esto le suponía un problema económico: "Venir a Madrid me saldría como unos 1.500 euros al mes o 1.600. Era impensable".
Las mismas cuentas que tuvo que echar Laura antes de que naciese su hija Elena. Los médicos le advirtieron que la pequeña vendría con una cardiopatía y nacer en la capital era imprescindible.
Reconoce Laura que a ella y su pareja se les vino el mundo encima. ¿Cómo iban a pagar dos alquileres? Pero lo cierto es que su bebé nació con un 20% de oxígeno, y de no haber estado en Madrid no habrían podido llegar al hospital.
Por eso, tanto Laura como Javier tuvieron que recibir la ayuda de la fundación Menudos Corazones, una iniciativa que nace de la empatía entre padres. "Duermen en sus coches, en una silla, comiendo solo bocadillos, sin poder asearse", explica Begoña San Narciso, responsable de captación de fondos de la asociación, sobre los familiares de los pacientes.
Desde la organización se encargan de ofrecer alojamiento a pacientes y familiares que viven fuera de Madrid y no pueden costearse la estancia aquí. Pacientes y familiares que tienen que estar cerca de sus centros de referencia, donde cuentan con la experiencia, la tecnología y los profesionales especializados en sus casos, pacientes y familiares que saben el día que llegan, pero no cuándo van a volver a sus casas.
Por todo ello, piden más recursos públicos, no tener que depender de organizaciones sociales sin las que, a día de hoy, el riesgo sería mucho mayor.
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