Los aterrizajes de emergencia ocurren más a menudo de lo que creemos. Por ejemplo, hace ocho años en Polonia un Boeing 767-300 del mismo modelo que el Air Canada que ha aterrizado en Madrid se vio forzado a dar vueltas en el aire hasta perder el combustible suficiente antes de tocar tierra.
Fallaron el tren de aterrizaje y el sistema hidráulico. Pero, como ahora, la aeronave pudo tocar suelo sin problemas, salvando así la vida de 230 personas.
Y no es el único caso, porque hace poco más de 15 días se vivió una situación semejante a la que se ha visto hoy en Barajas, en esta ocasión en Los Ángeles. Allí el avión tuvo que soltar el combustible en las inmediaciones de un colegio. Y aunque puede parecer una medida extrema, es el protocolo habitual para casos de urgencia.
Uno de los aterrizajes de emergencia más memorables ocurrió en el río Hudson. Una bandada de pájaros golpeó ambos motores del avión y la habilidad del piloto permitió colocar el aparato en el río salvando momentáneamente la vida de 155 personas.
Pero el drama no había hecho más que empezar, pero los 155 pasajeros tuvieron que colocarse sobre las alas del avión para sobrevivir. Según José Ángel Abad, en este caso, "las perspectivas de sobrevivir eran prácticamente nulas, no solo por tratarse de un accidente aéreo sino también por las temperaturas frías".
Se trata de aterrizajes forzosos pero afortunadamente inusuales y casi siempre con final feliz, a excepción de lo ocurrido el pasado mes de mayo en Moscú, donde al menos 41 personas fallecieron tras tomar tierra de emergencia.
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