El festejo, celebrado en la localidad cántabra de Carasa, concretamente en Voto, todos los 16 de agosto, consiste en introducir a una gata de color negro en un carro tirado por un burro. Al final del trayecto, en el que se leen sátiras a la gata, se tira al felino desde dos metros para ver qué camino coge y todos comienzan a persiguirla. El PACMA cree que los animales acaban "aterrados y estresados". Los animalistas califican la fiesta como "cruel, propia de siglos pasados".

Por otro lado, la asociación Acción para el Respeto Animal está recogiendo firmas para cambiar la gata por un peluche o por una persona disfrazada porque, basándose en en opiniones de veterinarios, los gatos "no se adaptan bien a ser cogidos por extraños o a cambios abruptos de localización".

La petición, que ya suma más de 130.000 firmas, está dirigida al alcalde de Voto, al presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y a la directora general de Turismo del gobierno cántabro, Eva Bartolomé Arciniega. "No entendemos por qué se invierte dinero público en abusar de animales vulnerables", aseguran en el comunicado de recogida de firmas.

La página web de Turismo de Cantabria, por el contrario, vende la festividad como "fiesta singular" a la que, cualquiera que se acerque, "se llevará un recuerdo imborrable así como una muestra de la belleza cultural de la zona".

En caso de que las autoridades no respondan a los requerimientos de los animalistas, las denunciarán "por consentir y amparar un festejo basado en el maltrato animal que no tiene cabida en la legislación española".

El origen agrícola de la festividad, que empezó en 1477, consiste en que una gata negra con poderes guió al pueblo hacia las mies. Ese año, aparentemente según la leyenda, las cosechas mejoraron. Su declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional se hizo en 1998.