"Llega el verano y nos bañamos donde hay 26.000 muertos". Es el duro mensaje con el que el rescatista Riccardo Gatti quiere concienciar. Porque sí, el Mediterráneo es playa, es vacaciones, es diversión, pero tristemente el Mediterráneo también es muerte para miles de personas que escapan de las guerras y la pobreza.

Lo saben bien los rescatistas de Médicos Sin Fronteras, que hablan de esta zona como la ruta migratoria más mortífera del mundo. En la última década han muerto en sus aguas más de 26.000 personas, y eso que se sepa, porque muchos naufragios quedan sin documentar.

La guerra de Siria disparó el número de llegadas, pero hoy en día se vive un repunte alarmante. Anabel Montes, también rescatista de la organización, explica que de nuevo, igual que ocurría en 2014, están saliendo viejos pesqueros de grandes dimensiones con un número muy elevado de personas.

Ella acaba de llegar del Mediterráneo, donde ha participado en su último rescate. A bordo del Geo Barents salvaron a 336 migrantes que llevaban cuatro días a la deriva. "Ha sido muy especial. Era consciente de que era la última vez de forma temporal o permanente que iba a estar en ese barco pudiendo prestar ayuda directa".

Los barcos humanitarios han pasado de ser un apoyo fundamental de los guardacostas a ser un estorbo. Necesitan multitud de permisos legales para poder navegar, y en Italia, desde que la ultraderechista Georgia Meloni decretó el estado de emergencia migratorio hace un mes, ordenan desembarcar en puertos cada vez más lejanos.

Riccardo cuenta que estos procesos lo que hacen es "empeorar y empobrecer un sistema de acogida que ya hacía aguas por todas partes".

Por eso, las ONG piden a España, próxima presidencia del Consejo de la Unión Europea, que se impulsen los derechos humanos en las políticas migratorias y que se trate por igual a los migrantes subsaharianos o asiáticos que a los refugiados de Ucrania. Porque esa "doble moral" en la acogida, defienden, demuestra que ese sistema existe y funciona, pero que se selecciona quiénes pueden tener acceso y quiénes no. Una realidad que debe revisarse por pura humanidad.