Viven a sólo 700 metros del vertedero, en Nerva. El olor es insufrible desde hace 25 años, pero la gota que ha colmado el vaso es la llegada esta semana de más residuos tóxicos procedentes de Montenegro. Es un desfile constante de camiones que depositan tonelada tras tonelada todo tipo de basura, todo excepto material radiactivo.

Sustancias muy peligrosas para la salud como el amianto que puede afectar a los pulmones. Los vecinos no pueden más. Las cámaras de laSexta han grabado hoy su impacto medioambiental. Son filtraciones, escorrentías del vertedero que terminan en el río Tinto. Desde la Junta de Andalucía, su presidente promete cerrarlo poco a poco aunque dejan la decisión final en manos del Gobierno. Dice Juanma Moreno que es el Ejecutivo el que debe frenar la llegada de más residuos desde Montenegro.

El alcalde de Nerva, José Antonio Ayala, considera que su pueblo "no puede seguir siendo el vertedero de Europa", y encabeza, junto a sus vecinos, las iniciativas encaminadas para cerrar unas instalaciones que "no nos han traído ninguna satisfacción, al contrario", según declara, hasta el punto de que el Ayuntamiento ha renunciado a cobrar la tasa anual a la empresa que explota el vertedero, como una señal inequívoca de que no lo quiere en su pueblo.

Ayala pone el acento en que "esto va contra el vertedero, no contra sus trabajadores", aunque sí rememora que hace 25 años en Nerva dijeron a los vecinos que los nervenses tendrían prioridad para acceder a los puestos de trabajo que generase el vertedero, que no son más de medio centenar, pero "no solo no cumplieron, sino que les dieron los peores empleos", dice.

Fermín Capado, el portavoz de la plataforma vecinal creada en el pueblo, va más allá, y recuerda que ahora se está intentando hacer “todo lo contrario de hace 25 años, uniendo a toda la población", porque creen que solo eso puede solucionar el problema.

La crisis de la minería… el inicio del problema

La base del problema hay que buscarla en la crisis de la minería de la comarca a finales de los 90, cuando la compañía minera puso a nombre de sus trabajadores parte de los terrenos que explotaba, y cuando se buscó el sitio para el vertedero, se le ofreció la compra de su parte a unos empleados que llevaban mucho tiempo sin llevar un sueldo a su casa, y en pocos meses ya estaba el suelo disponible y el vertedero comenzó a erigirse.

A ello se unieron los viajes organizados para que los vecinos viesen las bondades de vertederos similares al de Nerva en varios puntos de Europa, pero lo que vieron fueron "zonas verdes preciosas, con los niños jugando al fútbol encima", y pensaron que lo que tendrían en Nerva sería lo mismo, pero lo que encontraron fue un sitio donde la basura química está a la vista, tapada por plásticos y con neumáticos haciendo contrapeso, y con un hedor a algo parecido al azufre que se percibe a cientos de metros a la redonda.

Descontaminar Montenegro y contaminar Huelva

La gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los vecinos viene de la bahía de Kotor, un paraje de Montenegro Patrimonio de la Humanidad, donde el Banco Mundial ha insuflado 60 millones de euros para la descontaminación de unos terrenos utilizados como astilleros, los de Bijela, que ha generado productos como el asbesto (cancerígeno), y el tributilo de estaño, aunque los tipos de basura que están llegando son diversos.

Con todo, el tránsito de camiones es continuo desde el puerto de Sevilla, a través de la A-66 en dirección a Mérida y luego por la carreteras secundarias que llegan al vertedero, donde los choferes esperan pacientemente su turno para entrar por la única zona de entrada y salida y esperar las instrucciones para llegar al lugar donde deben depositar su peligrosa carga.

Y eso, teniendo en cuenta que "esto es siempre así, pero a esta carga se le ha dado más publicidad", como explica un trabajador del vertedero, mientras Fermín Capado recuerda que en el pueblo hay gente, incluso en las mismas familias, que no se habla desde hace 25 años, ejemplo de cómo la basura tóxica y el hipotético dinero que iba a regar las calles del pueblo consiguieron dividir a una población que hacía más de 100 años que vivía de forma estable gracias al cobre que producía su subsuelo.