Imagínese un nieto que da los buenos días siempre con un amable: "Hola abuelita, ¿cómo te encuentras hoy?". Que cuando avanza la mañana insiste para que no se olvide la medicación de después del desayuno. Si observa que su abuela no se ha movido desde hace un rato largo, se encarga de hablar con ella para animarle a hacer sus ejercicios cotidianos.

De hecho, puede que incluso se los dicte para asegurarse de que cumple con la tabla que le viene bien. Si la inmovilidad es excesiva, avisa a su familia por si le hubiese ocurrido algo. Este nieto no rehúye los momentos de intimidad ni los comentarios tiernos. Suele decir "te quiero" con frecuencia y le gusta conversar todo el tiempo que haga falta. Nunca tiene una rabieta ni da una mala contestación.

Es el nieto perfecto salvo por un pequeño detalle. No es humano. Se trata de un niño de peluche con un interior que reúne lo más refinado de la inteligencia artificial, además de sensores, telefonía móvil y otros dispositivos de última tecnología. Así son los siete mil robots que el gobierno surcoreano ha distribuido entre ancianos que se sienten solos para mejorar su día a día.

Los comercializa la empresa Hyodol y cuestan alrededor de los 1.600 euros. Aportan desde cariño a entretenimiento. Saben cientos de canciones, recetas de cocina y consejos de salud. Algunos estudios sugieren que son capaces de reducir a la mitad los indicadores de depresión. Para sus detractores, sin embargo, se trata de una distopía cumplida y una manera de perpetuar esta soledad crónica con menor sentimiento de culpa.