Si Madrid lograse reducir sus emisiones de dióxido de nitrógeno al nivel de una ciudad como Tromso, en Noruega, evitaría la muerte de 2.380 personas cada año. Y Barcelona podría salvar 1.883 vidas. Son dos de las conclusiones del estudio de 'ISGlobal' que revela la mala calidad del aire que respiramos en las grandes ciudades. "(El dióxido de nitrógeno) está asociado a enfermedades respiratorias, cardiovasculares y también se han ido asociando a la demencia", ha explicado Sasha Khomenko, miembro del Instituto Salud Global de Barcelona.

El dióxido de nitrógeno es, junto a las partículas finas, uno de los principales contaminantes de la atmósfera. Entre ambos provocan más de 400.000 muertes prematuras al año en todo el continente, según la Agencia Europea de Medio Ambiente. "En las grandes ciudades el dióxido de nitrógeno esta producido más de dos terceras partes por el tráfico rodado. Necesitamos priorizar el transporte público, más espacios peatonales, reducir la dependencia del automóvil", ha apuntado Adrián Fernández, responsable de Movilidad de Greenpeace.

En esta línea se ha expresado también Nuria Blázquez, coordinadora de Transporte de Ecologistas en Acción: "Es un gas muy peligroso y dañino para la salud. Una exposición a este gas, incluso a bajas concentraciones, incrementa las enfermedades respiratorias y produce un envejecimiento prematuro del pulmón". Aunque solo cuatro países –Estonia, Finlandia, Irlanda e Islandia– cumplen con los límites fijados por la OMS, muchas ciudades europeas han logrado reducir sus emisiones en la última década. Lo han conseguido fomentando el transporte público, las calles peatonales y el uso de la bicicleta.

"Pontevedra es una ciudad que ha apostado por quitar espacio a los coches y dárselo a las personas y le ha funcionado muy bien. Ahora mismo es una ciudad sin accidentes de tráfico, sin contaminación", ha detallado Nuria Blázquez. A esta explicación, Adrián Fernández ha añadido: "Se han puesto en marcha nuevas zonas de bajas emisiones, como Barcelona, o Madrid central, o París, que están retirando más del 50% de las plazas de aparcamiento para disuadir del uso del automóvil".

Porque la contaminación mata y la justicia ya lo avala. Un juez de Londres ha sentenciado que la niña de nueve años Kissi Debrah, que vivía a solo 25 metros de una carretera con altos niveles de polución, murió por respirar aire contaminado.