España piensa en uno de los últimos pasos para afrontar un escenario de normalidad respecto a la pandemia de coronavirus. El uso de la mascarilla en espacios interiores es un último muro de contención que los expertos todavía ven prematuro tirar.

Reino Unido, Bélgica y los países escandinavos ya las han eliminado. En Holanda solo son necesarias en el transporte público y Francia solo las impone, hasta hoy, a quienes carecen de pasaporte COVID. Por el contrario, Italia, Portugal y Alemania todavía las mantienen.

Para el experto en pandemias José Félix Hoyo, eliminar esta medida ahora significaría tener "una incidencia muy alta en poco tiempo". El presidente de la Asociación Española de Vacunología, Amós García Rojas, cree que la mascarilla se podrá quitar en interiores cuando se llegue al riesgo bajo de contagio.

Ahora mismo, la incidencia acumulada se sitúa en 430 puntos, lejos de los 3.481 registrados el 21 de enero. Con el actual semáforo COVID, el riesgo bajo se sitúa en menos de 100 casos. Aun así, la variante ómicron ha cambiado el escenario de la pandemia. En España ya se han contagiado más de 11 millones de personas y el 84% de la población está vacunada.

Según apunta Hoyo, se espera que haya "brotes estacionales", alejando el fantasma de una séptima ola gracias al papel que puede jugar la llamada como "inmunidad híbrida". "Tenemos que prevenir desde la Atención Primaria los brotes antes de que afecten al sistema hospitalario", advierte Hoyo.

Añaden que una nueva dosis de refuerzo de la vacuna solo será necesaria para los más vulnerables, insistiendo en que se debe buscar inmunizar a toda la población mundial. En África, solo una quinta parte de la población ha recibido al menos una dosis de la vacuna.