Dicen los expertos que los Pirineos tienen fiebre. Una temperatura inusualmente alta, sobre todo en los meses de verano. En los últimos 50 años ha aumentado de media algo más de un grado. De ahí el aluvión de consecuencias.

Los glaciares por ejemplo, están en peligro de extinción. Ahora hay 19 activos, es actualmente el único lugar de la península donde quedan. Pero si hace 100 años ocupaban más de 3.000 hectáreas, ahora no llegan ni a las 400. Y desde el Observatorio Pirenaico de cambio climático dudan que queden para finales de siglo.

También se nota en la acumulación de nieve. Según las estimaciones, la mitad de lo que ven ahora habrá desaparecido en los próximos 30 años. Y para finales de siglo, el 80%. Lo notarán sobre todo las estaciones de esquí.

"Tendremos que adaptarnos en la naturaleza, se esquiará en cotas más altas", señala Javier Nolla, director de la Masella.

Menos nieve, menos precipitaciones y, por tanto, menos agua en los ríos. Los bosques ganarán terreno y esto afectará a muchas especies que se verán obligadas a desplazarse. Con las aves migratorias ya se nota, están adelantando su llegada a la zona.

Un cambio irreversible para el que los ecologistas piden un plan de actuación urgente. Está sucediendo más rápido de lo que pensaban. Y alertan: cada vez serán más habituales los desprendimientos, los aludes, las inundaciones y los incendios en la zona.