La madre del acusado ha contado en su declaración como testigo que supo de la enfermedad de su hijo a partir de 2012, cuando se produjo la primera entrada forzosa de Bruno en un centro psiquiátrico por un "brote psicótico", y que, en los diversos ingresos que tuvo entre 2012 y 2014, "le sacaban muy pronto". "Yo pedí un control de su medicación, pero los médicos decían que una vez fuera el control dependía de la familia", ha declarado la madre, que llegó a intentar trasladar a Bruno a la comunidad autónoma en la que ella reside, sin conseguirlo.

El presunto descuartizador de Majadahonda durante la primera jornada del juicio en la Audiencia Provincial de Madrid

Ha explicado además que, en las llamadas diarias de teléfono que tenía con el acusado, este le expresó que dejó de tomar la medicación para tratar su enfermedad "por miedo a que le dejara impotente". "Él estaba enfermo y no quería tomar medicación", ha narrado también una hermana del acusado hoy en su declaración como testigo, que ha añadido: "Lo lógico hubiera sido que estuviera en un centro especializado, de hecho mi madre lo pedía".

Imagen posterior al registro del inmueble del descuartizador de Majadahonda (Archivo)

Según han contado las dos mujeres, la madre de Bruno no supo de su paradero desde que él tenía tres años, cuando su padre "se lo llevó" con él a Canadá tras el divorcio del matrimonio, y hasta los 16 años de Bruno, cuando el acusado volvió a España. La madre, que llegó a contactar con el programa 'Quién sabe dónde' para intentar encontrarle, ha explicado entre lágrimas que Bruno "tenía miedo a todo" y que "nunca fue violento".

Residencia de Majadahonda donde se encontraron los restos de sangre

También han declarado tres antiguos inquilinos a los que Bruno alquiló entre 2013 y 2014 habitaciones de la vivienda de Majadahonda y que han narrado que el acusado, que han recordado como una persona "peculiar" y "a veces incoherente", les expresó que su tía le había cedido los derechos de la vivienda porque se encontraba en un geriátrico en Ávila.

Los tres han explicado que el sótano, donde se encontró una picadora industrial con la que se cree que el acusado pudo triturar los cuerpos de su tía Liria, desaparecida en 2010, y su inquilina Adriana, desaparecida en 2015, era una estancia que Bruno prefería que no usaran y que era la única de la casa con cerradura. El juicio continuará el próximo lunes en la Audiencia Provincial de Madrid con pruebas periciales.