En los años 80, Galicia fue testigo de una lucha sin cuartel contra los narcotraficantes que devastaban a generaciones enteras con la heronía y la cocaína. En el epicentro de esta batalla estaba Érguete, una asociación de madres liderada por Carmen Avendaño, que no dudaron en enfrentarse a los poderosos capos de la droga, llegando incluso a golpear el pazo del narcotraficante Laureano Oubiña. Hoy, más de 40 años después, esa imagen se haría viral en minutos, pero la guerra ha cambiado de campo de batalla. Ahora, la amenaza que preocupa a las familias no viene en forma de polvo blanco, sino de pantallas luminosas.
Los móviles, las redes sociales y el fácil acceso a internet se han convertido en las nuevas adicciones de los jóvenes. Desde Érguete, que en su día ayudó a tantos a salir del abismo de las drogas, el foco se ha trasladado a las nuevas tecnologías. Según Laura Durán, psicóloga de la organización, "especialmente en las mujeres, el uso de redes sociales está relacionado con problemas de autoestima, depresión y ansiedad". En los varones, el principal problema es la falta de concentración, agravada por el uso excesivo de dispositivos móviles.
Elvira Rivas, directora de Érguete, alerta de la importancia de intervenir desde edades tempranas. "No puedes esperar a los 12 o 13 años para poner límites. Si no lo trabajase antes, será muy difícil", explica. El problema, dice, es que muchas familias ven los móviles como una solución rápida: "A los niños se les da el móvil como si fuera un chupete o un caramelo, y a los diez años ya es tarde para enseñarles a usar bien las pantallas".
Si en los 90 las drogas creaban grandes conflictos familiares, hoy son las pantallas. El 80-90% de las discusiones familiares están relacionadas con el uso de la tecnología, afirma Durán. La preocupación de Érguete es que, al igual que en su día muchos padres no vieron venir el problema de la heroína, hoy están subestimando el impacto de las pantallas. Por ello, la organización está centrada en aumentar el asesoramiento a las familias, para que no se repita la tragedia, esta vez en forma de adicción digital.