Las mascarillas al mojarse pierden su eficacia, y esto es algo que se puede comprobar con un rápido experimento. Si derramamos agua sobre la parte interior de una mascarilla el líquido no sobrepasa, ya que mantiene su capacidad hidrófuga.

Pero si se moja la parte exterior se pierde su capacidad de filtración, esa que impide que las gotículas que soltamos al hablar lleguen a la persona que tenemos enfrente. Los expertos insisten en que la lluvia puede perjudicar su eficacia, sobre todo si no nos protegemos correctamente y se nos moja.

Además de perder su eficacia en la filtración, el llevar una mascarilla mojada o húmeda es del todo desaconsejable: aumenta la humedad en el entorno de la boca, favorece el desarrollo de infecciones, el crecimiento de hongos y el empeoramiento del acné.

Tampoco vale intentar secarla con una plancha o secador, ya que con el calor pierde efectividad al romperse las fibras de la mascarilla.

Por eso, en pandemia, cuando llueva, además del paragua es recomendable acordarse de coger alguna mascarilla de más al salir a la calle.