Era un clamor en las calles, miles de mujeres gritaban que no hace falta que te sometan físicamente para que te violen. En junio de este 2019, el Tribunal Supremo les daba la razón: 'La Manada' no abusó, sino que agredió sexualmente a su víctima. Sí que hubo intimidación, la que suponía la superioridad numérica y su mayor fuerza física; y el silencio era miedo, no consentimiento.

El Supremo sugería también un tratamiento jurídico distinto de la agresión sexual en grupo. Los participantes no sólo son responsables de su propia agresión sino coautores de la de los demás. Es lo que se ha aplicado en el 'caso Arandina': 38 años por el delito de violar y ayudar a violar, algo nuevo e histórico.

"Hasta ahora no se aplicaba la ley con todo el rigor y el peso que las normas permiten", explica Yolanda Besteiro, de la Federación de Mujeres Progresistas.

Son algunas de las sentencias más mediáticas, muy diferentes, dicen las asociaciones y expertas en feminismo, de lo que se vive en el día a día. "Una vez que decides dar el paso, te encuentras también con el cuestionamiento de la Justicia y la Policía", añade Ainoa Murcia, portavoz de 'Libres y Combativas'.

Una violencia sexual de la que sólo vemos una porción ínfima, esa que suele provocar en la víctima un sentimiento de culpa y unos juicios que miles de mujeres del mundo ya no están dispuestas a tolerar.