"Eso, así como lo dice usted, es como si hubiera mojado una magdalena y la pones en la pared, eso es mentira", se ha defendido Pablo Miguel.

El forense ha explicado que el asesino se apoyó en la pared con la mano ensangrentada. "No es una marca de limpiadura, es una marca de apoyo palmar, clarísima", ha asegurado.

Se analizó en el laboratorio y las cristas de la mano, ampliadas gracias a la digitalización, han sido claves: "Estas líneas negras, ahí se ven más definidas, y luego vemos una comparación entre la huella y la impresión".

Pero Canales insiste en que es la víctima de un complot. "Y faltan dos meses para prescribir, si os dais cuenta. Y atáis los cabos como queréis, corta y pega que me han dicho que hacéis", aseguraba el acusado.

Los investigadores, en 1966, no pudieron demostrar nada. Pero ahora, 20 años después, podría haberse resuelto un caso a punto de prescribir.