Las almejas tienen dueño y no son los turistas; pero en verano, los furtivosllegan a las playas gallegas en bañador.
"A la playa se viene a tomar el sol y a pasarlo bien, no a mariscar", dice José Rial Millán, patrón mayor de A Illa de Arousa.
Entre los bañistas, las propias mariscadoras vigilan que nadie se lleve nada, también en fin de semana. "Hacemos grupos de tres para intentar que no se lleven el marisco", comenta Mónica Núñez, mariscadora de la zona.
Algunos turistas aprovechan la playa para arreglarse la cena. "Yo si quiero hacer una paella voy y lo compro en el mercado", apunta una mujer.
Encuentran almejas o berberechos y al bolsillo del bañador, algo totalmente prohibido. "Estos fines de semana tenemos, a lo mejor, 5.000 o 10.000 personas; tú imagínate esas personas en la playa cogiendo almejas", declara Soledad Otero, mariscadora.
Las perjudicadas son las mariscadoras porque pierden parte de su trabajo. También avisan de que los furtivos pueden salir perjudicados. "Se pueden intoxicar perfectamente, porque este marisco está sin depurar", dice Carmen Rodríguez, mariscadora.
El servicio de guardacostas realiza entre 500 y 1.000 inspecciones cada verano en las playas gallegas. Parece increíble, pero llegan a decomisar más de 1.000 kilos de marisco ilegal.
Ahora, hay vigilancia constante para que nadie dañe una actividad de la que dependen más de 250 familias.
"Los fines de semana y los festivos, aparte de trabajar toda la semana, les toca venir a las playas a vigilar que no les cojan el marisco que tienen ahí", explica Rial.
Las sanciones por coger marisco en las playas van desde los 150 a los 3.000 euros.
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