Acababa de vivir la experiencia más traumática de su vida, pero cuando acudió en busca de ayuda, Blanca se sintió desprotegida. "Nadie me creía, los policías discutieron con mi madre en la comisaría", explica.
Por otro lado, la hija de Mónica denunció el acoso sexual cibernético que sufría, pero esto no evitó que acabara suicidándose sin respuestas. "El juicio salió cinco años después y la condena ha sido una multa de 2.000 euros", señala esta mujer.
En plena efervescencia en las calles, cuatro mujeres denuncian al día en España que han sufrido violencia sexual y, según Amnistía Internacional, se siguen enfrentando a una travesía en el desierto. Cómo la vivan dependerá, aunque parezca increíble, de dónde sean.
"Depende de, lo que llamamos, la lotería de las comunidades autónomas. El recorrido de las mujeres víctimas de la agresión sexual será distinto si han sido violadas en Madrid, en Andalucía, en Cataluña o en Galicia", asegura Esteban Beltrán, presidente de Amnistía Internacional.
En la ciudad de Madrid, por ejemplo, tendrán que denunciar antes de ir al hospital. En otras, sin embargo, podrán ir al hospital directamente.
Sólo cinco comunidades cuentan con protocolos de coordinación institucional y sólo en cuatro con guías de actuación. Lo único que les une a todas, las carencias. "No hay ninguna comunidad en España que disponga de un centro de atención de crisis", explica Bárbara, Tardón, investigadora de Amnistía Internacional.
Una falta de coordinación y de prevención que tiene a las mujeres desorientadas, según Amnistía, y a España, a la cola en el número de denuncias.
Para encarar el problema hay que informar de qué hacer, dar seguridad, educar sensibilidades y acoger. Dejar de transmitir el mensaje de que se es más o menos víctima dependiendo del del cuándo y del dónde.
Otro gasto más
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