"En esos momentos estaba consumiendo en exceso. Entonces, llegaba a mi casa de malos modos. Mi madre venía, me empezaba a regañar, yo empezaba a discutir con ella, a gritarnos, alguna vez sí que nos hemos llegado a pegar".

Triana tiene sólo 14 años. Confiesa que la relación con sus padres llegó a ser insostenible. "Yo salía de mi casa por las mañanas a las siete de la mañana y volvía a las diez de la noche", añade.

Lo mismo le ocurría a Lía, una adolescente de 16 años. "A lo mejor me iba a las ocho de la mañana y volvía al día siguiente porque tenía ya sueño Y hambre. Robaba. Pasaba completamente de mis padres. Discutía todo el rato. Por eso evitaba estar en casa", relata la joven.

Para frenar esta situación límite, los padres de ambas decidieron llevarlas a un centro terapéutico sanitario para menores de entre 12 y 17 años en Madrid.

"Se acostumbraron desde corta edad a primero yo, luego yo y por fin, yo. Utilizan al padre, a la madre, los insultan y aquí los paramos, les ponemos un espejo", explica Javier Urra, pte. de la Comisión Rectora del Programa Recurra-Ginso.

Los conflictos paterno-filiales afectan, según un estudio de la Universidad de Deusto, hasta a un 10% de las familias españolas.

108 profesionales, entre psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales se encargan de reconducir su conducta. Están prohibidos los móviles, los ordenadores, el alcohol y las drogas.

Mediante terapias individuales, en grupo y con sus familiares, muchos de ellos consiguen comprender su situación y cambiar. "Mi madre una vez me llamó drogadicta. Ahí dije, tengo que empezar a cambiarlo todo", confiesa Triana.

Después de 6 meses, Lía también ve todo ya de otro modo. "Yo ahora tengo muchas más herramientas que antes para cuando estoy enfadada. Valoro más mi vida, a mí misma y a mi familia"

Lo importante, dicen desde el centro, es que, al salir, sean los mismos pero capaces de manejar su vida y evitar recaer en aquello que les trajo hasta aquí.