Laura Rodríguez lleva tres años trabajando con la víctima de la 'Manada de Manresa', a la que presuntamente seis hombres violaron por turnos en una nave industrial cuando tenía 14 años.

Durante todo este tiempo, la joven ha necesitado terapia porque el proceso judicial ha sido largo. Según explica esta psicóloga, cada vez que las víctimas de violación reciben una citación judicial se ven obligadas a recordar una y otra vez lo que pasó.

"La llevan de profesional en profesional: el médico forense, el ginecólogo, el psicólogo forense, el juez de instrucción...", indica Rodríguez. Como consecuencia, añade, la víctima "tiene que dar una y otra vez el testimonio de su vivencia con un desconocido delante, al que tiene que volver a explicarle todo".

Su calvario no termina ahí, sino que se agrava cuando se aproxima la fecha del juicio. "Nervios, puede haber crisis de ansiedad, ataques de pánico...", enumera Laura Rodríguez.

"Hay que pensar que está, por un lado, el miedo a no ser creída", apunta. Sin embargo, lo peor para la víctima es saber que durante unos minutos compartirá sala con sus agresores. "Todas las víctimas saben quién hay detrás del biombo, basta con una tos para recordarle a la víctima que el agresor o los agresores están ahí", explica.

Aunque el juicio llegue a su fin, las secuelas de la víctima pueden acompañarla de por vida y pueden resurgir "cuando hay un encuentro con una nueva pareja, en las relaciones sexuales o cuando aparece la maternidad".