Graban fascinados e imprudentes la actividad del Kilauea en la Isla Grande de Hawaii. Cuando, quizá "sintiéndoles" demasiado cerca, el volcán decide saludarles con una bomba volcánica. Una lengua de lava, vapor y cenizas que cae sobre su barco.
En el corazón, una masa al rojo, más o menos como una pelota de baloncesto, pero capaz de atravesar los forjados del techo de la embarcación, dejarla destrozada y causar 23 heridos.
"Cuando nos acercamos a socorrerles, se veía lava por todo el barco", afirma un testigo desde otro barco. De los heridos, la más grave es una mujer con un fémur roto. Ahora se investiga si la agencia turística ha podido incurrir en negligencia.
Porque desde que el Kilauea erupcionó, hace dos meses, las autoridades no se cansan de recordar el peligro no sólo de la lava sino de las nubes de ácido que ésta genera al entrar en contacto con el mar. Tan espectaculares como tóxicas.