Todo ocurrió el 2 de febrero de 2019. Arancha se puso una bata blanca y entró en la habitación 412 del hospital de Guadalajara. Allí robó un bebé haciéndose pasar por una pediatra. Después se acercó a una farmacia del barrio donde residía para comprar leche.
La Policía, que ya la buscaba, difundió su foto y alertó a las farmacias. Además, cerraron los accesos de Cabanillas y, en solo tres horas, dieron con ella. Fueron tres horas agónicas, que acabaron con ella detenida y el bebé entregado a sus padres en perfecto estado.
Ahora, en el juicio, Arancha dice que no recuerda prácticamente nada de ese día: "Salí con el bebé en brazos, pero mi cabeza no tiene ese recuerdo". Eso sí, afirman que fue a la farmacia a por "leche para el niño".
Cuando los agentes llegaron a su casa, ella sostuvo que el bebé era suyo. Unas palabras que la propia Arancha reconoce: "Tenía al niño en brazos y le estaba dando el biberón". Al ver al pequeños los agentes comprobaron que era el bebé robado. "Al desnudarle vieron que llevaba la pulsera en el tobillo", afirma Arancha.
La acusada ha declarado entre lágrimas, y ha alegado que no era consciente de lo que hacía y asume las consecuencias. Tras ella han declarado sus amigas, quienes han relatado que estuvo fingiendo un embarazo durante meses, y que el día del secuestro, llegó a hacer una videollamada a una de ellas para que pudieran ver a su bebé.
La Fiscalía pide cinco años y nueve meses de cárcel para ella ya que considera que su trastorno de personalidad mixto, no le impide ser consciente de sus actos.
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