Comer chocolate es un placer tan dulce como internacional, pero no siempre fue así. Hasta su descubrimiento, este era únicamente una planta con un fruto amargo. De ahí que los aztecas le llamasen "agua amarga".

Fue en México donde se 'domesticó', donde se aprendió a convertirlo en chocolate, pero también se han encontrado restos de hace 5.300 años en Ecuador. En estos territorios, consumido en forma líquida, este se encontraba a medio camino entre una medicina y un alimento.

A Europa llegó a través de Portugal y España, donde decidieron endulzarlo con azúcar, vainilla y canela. De ahí viajó hasta Francia e Italia, convirtiéndose en un fenómeno global en el siglo XVII.

A partir de ese momento, el cultivo se estableció en diversos países de África, y a día de hoy sigue siendo uno de los productos más populares. No obstante, hubo que esperar hasta el siglo XIX para poder disfrutar de tabletas de chocolate, bombones y pralinés.

Desde entonces, la imaginación no ha tenido límites en la repostería con chocolate. Hay 'brownies' estadounidenses, bizcochos japoneses y macarons franceses.

Sin embargo, resulta curioso que la celebración del Día Internacional del Chocolate no tiene nada que ver con su descubrimiento. Este se debe a Roald Dahl, el escritor que hizo soñar a los lectores con una fábrica donde todos sus sueños chocolateros eran posibles.