Un ayuntamiento azul, un ambulatorio azul y hasta el cementerio luce de azul en el pueblo pitufo. Fue elegido en 2011 para promocionar las películas de estos pequeños seres, y desde entonces el turismo se ha multiplicado por cuatro. Sin embargo, ahora la empresa creadora de los pitufos le exige al Ayuntamiento el 12% de los ingresos en las actividades relacionadas con estas figuras.

"Si se cobra una entrada, si se cobra por hacerse foto y demás, de la cuantía final de esas actividades hay que pagarles el 12%", explica Francisco Lozano, alcalde de Júzcar. Milagros es una de las vecinas del pueblo que vive de los pitufos. Abrió hace años una atracción para los turistas y ahora sabe que perderá un 12% de cada entrada.

No obstante, ante la posibilidad de que los pitufos se marchen del pueblo, dice que "hay que seguir manteniéndolos y aceptar las condiciones que pongan". La empresa también exige que los productos que se vendan sean oficiales. Milagros reconoce que se ha vendido de todo.

Las paredes del pueblo estaban llenas de dibujos de pitufos que realizaban los propios vecinos. Algunos personajes, como Gargamel o Papá Pitufo, han tenido que ser retirados por no corresponderse con la imagen oficial de la marca. Así es la vida en un pueblo que se ha adaptado a esta invasión azul sacándole el máximo jugo con más turismo, más bares y más empleo.

"Con tanta cantidad de gente que entró, donde antes teníamos un bar, ahora tenemos dos más", destaca Alejandro Fernández, propietario de un bar de Júzcar. El Ayuntamiento se ha comprometido a pagar este impuesto a la marca. Así que, de momento, para estos vecinos se ha dado un final feliz y, sobre todo, de color azul.