Marieme y Ndeye cumplen tres años. Tres años juntas. Entre las dos aprenden lo cotidiano, como gatear. Cada una con su cerebro, su corazón y sus pulmones... pero compartiendo el hígado, la vejiga, el aparato digestivo y tres riñones. Todavía no pueden andar, porque comparten también las dos piernas, pero su padre tiene fe en que lo conseguirán.

"Por la fuerza de sus pies y de sus caderas no hay motivos para que no puedan caminar", comenta Ibrahima Ndiaye, padre de las pequeñas. Fue él quien contactó hace años con hospitales de toda Europa.

Desesperado porque los médicos daban a sus hijas solo unos días de vida, tomó la iniciativa. Después de haber agotado todas las posibilidades, cuando tenían ocho meses Ibrahima viajó de Senegal a Reino Unido en un último intento por salvarlas. Allí se ofrecieron a tratarlas.

"Sé lo que quiero para ellas y haré todo lo posible para que eso ocurra", asegura Ndiaye.

Pero lejos de su mujer y sus otros cuatro hijos, que se quedaron en Senegal, recibió un nuevo revés: sólo una de ellas sobreviviría a la operación.

"Marieme depende de Ndeye y Ndeye depende de Marieme para mantenerse con vida", explica la pediatra Gillian Body.

Ibrahima tuvo que enfrentarse entonces a la decisión más difícil de su vida: elegir cuál de las dos debía morir para que la otra viviese. Aunque sepa que sin separarlas ambas puedan morir, él no quiso condenar a una de ellas.

En septiembre empiezan la guardería. Ahora, él ha puesto en marcha una asociación para ayudar a niños como ellas.