Yolanda estaba paseando con sus hijos por La Rambla. "Empezamos a sentir mucho ruido, había gente gritando desorbitada. Acto seguido, empecé a sentir los golpes de los cuerpos contra la furgoneta. Pasó tan cerca que, incluso, pude ver la figura del conductor", recuerda.

Y allí estaban también la madre y la hermana de Adriana. "Lo primero que hice fue llamarlas, pero no hubo respuesta". Fue su padre, desde Suecia, quien las descubre en un vídeo del atentado. "En las imágenes aparecía mi madre al lado de un kiosko, intentándose incorporar, rodeada de gente ensangrentada", explica.

Fueron horas de angustia para ambas. Yolanda se encerró en un comercio con sus hijos. "Oíamos gritos, veíamos a gente correr y a la Policía. Entonces, la Guardia Urbana llamó a la puerta para informarnos de que había sido un atentado. A mí me dio una crisis de ansiedad y caí al suelo", añade.

Para Adriana fue una tarde de llamadas, hospitales y comisarías, hasta localizar a su madre y su hermana en estado crítico en el hospital. "Tenía la cara quemada e hinchada. Parecía otra persona. Estaba conectada a máquinas con un coma inducido", explica.

Las dos salieron adelante y un año después aún quedan secuelas físicas, pero lo peor, dice, es el sentimiento de soledad. "No tienes ningún tipo de llamada o de visita. No te sientes apoyado por las administraciones ni los ministerios", lamenta Adriana.

"Nadie nos pregunta ni cómo estamos, ni si necesitamos algo", añade Yolanda.

También quedan fuertes secuelas psicológicas, como sufre el hijo de diez años de Yolanda, que ha visto la cara más dura del terror. "Te relata que tiene miedo y ansiedad. En muchas ocasiones le he tenido que sacar al balcón porque se ahogaba".