Khalil Rafati era de Ohio. Hijo de padres inmigrantes, creció en un ambiente hostil caracterizado por los abusos. Khalil soñaba con salir de ahí, quería ser actor, pero entró en una espiral de alcoholismo y drogadicción que, al marcharse a Los Ángeles persiguiendo su sueño, sólo empeoró. Su historia la recoge Malibu Stories.
"Recogía cigarrillos del suelo para acabar de fumármelos, compartía agujas con los sintecho...", cuenta Khalil en el documental Malibu Stories, que narra su vida. Tras nueve sobredosis, a punto de morir, Khalil decidió cambiar el rumbo de su vida: iría a rehabilitación.
Al salir de rehabilitación sintió la necesidad de ver la playa y su amigo le llevó a Malibu. Entusiasmado al llegar, se arrodilló en la orilla y besó la arena. "Por primera vez en mi vida sentí que estaba en casa", expresa.
Empezó a trabajar paseando perros y en estos animales encontró lo que necesitaba: alejarse de la sociedad, de los prejuicios y de sus miedos. En 2007, Khalil alquiló una casa y abrió su propio centro de rehabilitación, Riviera Recovery, para clientes que pudieran pagar los 8.600 euros al mes que costaba, gracias a lo que consiguió ahorrar casi 70.000 euros en ocho años.
Interesado en los zumos ecológicos y con vitaminas, empezó a prepararlos por sí mismo, y su fama comenzó a crecer, cuenta la BBC. Al poco tiempo de empezar, comenzó a recibir llamadas de gente que quería comprar sus bebidas. Al ver el negocio, abrió su primera sucursal en Malibu con un resultado de lo más prometedor: en tan solo un año facturaron unos 900.000 euros.
Ahora, el yonki adicto al crack que estuvo a punto de morir tras su novena sobredosis, se ha convertido en millonario. "No importa los antecedentes educacionales o profesionales que tenga, el éxito de un empresario está impulsado por su paciencia, determinación y ambición", concluye.