Han tenido que pasar 70 años, pero por fin se ha hecho justicia para los conocido como 'Cuatro de Groveland', cuatro hombres negros que fueron acusado de haber violado a una chica blanca en Florida y que ahora han sido exculpados, aunque ninguno vive ya. El caso fue una sucesión de irregularidades: se montó incluso una cacería humana para detener a uno de ellos. Porque su historia es la del racismo en Estados Unidos.

En 1949, una joven de Florida dijo haber sido violada por cuatro hombres negros. En plena segregación, el sheriff de la localidad lo tuvo claro: señaló como culpables a cuatro jóvenes. "Era conocido por pegar a los negros", ha denunciado ahora la historiadora Tameka Bradley. Tres de ellos fueron detenidos, encadenados y torturados en los sótanos del juzgado para arrancarles una confesión.

Además, una turba liderada por el KKK (Ku Klux Klan, un grupo de odio​ supremacista blanco estadounidense) incendió las casas de varios vecinos negros de la localidad. Incluso, para pillar al cuarto señalado por el sheriff se organizó una cacería humana. Cuando le pillaron durmiendo bajo un árbol le dieron 400 tiros. Era el modus operandi con los negros en el sur. Un sesgo puramente racista que también se daban en los tribunales.

"El juicio parecía una escena sacada de 'Matar a un ruiseñor', con 12 miembros del jurado blancos", ha denunciado Ben Green, escritor experto en este caso. Los cuatro jóvenes fueron condenados pese a que un médico puso en duda que la joven hubiera sido violada. El Supremo ordenó repetir el juicio por las obvias irregularidades del caso, pero el mismo sheriff que los acusó, disparó a dos de ellos durante el traslado a otra prisión.

Dijo que habían intentado escapar, y uno murió. El otro consiguió salvarse, aunque la ambulancia no quería atenderle por ser negro. De los 'Cuatro de Groveland', sólo quedaron dos. Salieron de la cárcel en los 60, fueron indultados, pero nunca vieron sus nombres limpios. Murieron antes. Sus familias sí han podido vivirlo. 72 años después son exonerados mediante una justicia que llega, como tantas veces, demasiado tarde.