Con el aumento de los negocios de comida para llevar, las cocinas industriales que acostumbraban a instalarse en las afueras de las ciudades empiezan a llegar a las zonas residenciales del centro. Así el reparto puede hacerse más rápido, pero el problema es la convivencia de estas empresas con el vecindario de barrios residenciales.

En Madrid, un negocio ha instalado 38 cocinas en los bajos de un inmueble, y junto a ello una chimenea de siete pisos. Miguel Rodríguez, presidente de la Asociación de vecinos de Prosperidad, explica que esa gran cantidad de cocinas instaladas en mitad del patio de vecinos supondrán unos 76 hornos encendidos a diario y unas 50 sartenes friendo de manera continúa.

José Luis, vecino de uno de los bloques afectados, cuenta que no sólo les quitará luz, sino que lo más probable es que de las cocinas se desprendan olores y partículas de aceite que van a impedir tender la ropa o abrir las ventanas. También tiene miedo de un posible accidente: "Si se prende fuego ardemos como mosquitos".

La licencia de obra ha sido concedida y falta que le otorguen la de funcionamiento. Alberto Torres, abogado, explica que el Ayuntamiento se va a limitar a comprobar que las obras cumplen la normativa administrativa, ya que las licencias se otorgan sin perjuicio de terceros.

El Ayuntamiento de Madrid explica que se reunirán con los vecinos para explicarles la situación y confirman que hacen inspecciones frecuentes en estas obras. Pero los vecinos ya han iniciado un proceso judicial porque les advirtieron además que este negocio va a disminuir el valor de sus pisos.

No es el único caso

La pandemia ha acelerado la expansión de estos negocios en otras ciudades como Valencia, Málaga o Barcelona. En el barrio barcelonés de Les Corts han instalado una cocina de 1.400 metros cuadrados muy cerca del Camp Nou.

Hay vecinos que dicen que ya no podrán acostarse en paz sabiendo que debajo de sus camas hay decenas hornos encendidos.