La piedra con la que Thomas Handrick presuntamente asesinó a su mujer Silvia y su hijo Jacob pesaba 8,5 kilos. En la cueva donde se encontraron sus cadáveres "no había ninguna otra tan grande ni tan consistente", según han determinado este jueves los tres agentes de la Guardia Civil que han declarado como peritos en la tercera jornada del juicio por el doble crimen de Adeje.
Esa gran piedra, de 24x26x14 centímetros, fue localizada junto al cadáver de Jacob con restos de sangre, pelos de diferentes tamaños y masa encefálica. Los dos cuerpos presentaban lesiones de extrema gravedad, especialmente en la cara, hasta el punto de que resultaban irreconocibles, por lo que tuvieron que ser identificados mediante el ADN.
Sobre la cabeza de Silvia había una piedra de gran tamaño que, a juicio de los peritos, que realizaron inspecciones oculares en la vivienda del acusado y la cueva, fue colocada allí a posteriori, una vez muerta.
Los agentes concluyeron que la agresión se produjo en las inmediaciones de uno de los tres accesos a la cueva, donde hallaron restos de sangre, parte de los cuales se habían intentado ocultar bajo una piedra y ramas partidas, todos ellos indicios de "un episodio de lucha".
En este sentido, uno de los peritos ha indicado durante el juicio que en un episodio violento se suelen encontrar diferentes restos de sangre -salpicaduras, goteo, por transferencia, charcos- y que este es "el clásico caso de manual", puesto que "los había de todo tipo", tanto fuera como dentro de la cueva y en su acceso.
El escenario, una cueva de difícil acceso
Los agentes han indicado que la cueva tiene tres accesos pero solo encontraron restos biológicos en el más cercano al sendero por el que fueron de excursión los Handrick el 23 de abril de 2019, por el que resulta difícil transitar por su alta pendiente.
Estos y otros peritos han coincidido en que la cueva no es visible desde el sendero, y que solo se puede llegar a ella sin conocerla previamente "por casualidad", cuando no es directamente "imposible", según ha apuntado uno de los agentes de la Guardia Civil.
Ello, después de que en la primera jornada del juicio el acusado y su abogado defendieran ante el jurado que no conocían la cueva de antemano y que la hallaron porque vieron un estanque de agua, al que se acercaron, y el mayor de los niños, Jacob, dio con la entrada. Según esta versión, el padre buscaba un sitio para esconder unos huevos de Pascua y unos aviones de Lego que nunca aparecieron.
En cuanto al camino por el que ascendieron hasta llegar al lugar, varios agentes han señalado que tiene una dificultad entre media y alta, aunque alguno lo ha calificado como "peligroso en algunos tramos". En todo caso, varios testigos coinciden en que no es apropiado para dos niños de 7 y 10 años ni para alguien con dolores severos que toma morfina para calmarlos, como los que dice padecer el acusado.
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