Entrar al portal, cruzar un patio interior y subir las escaleras hasta llegar a casa provocaba a Carlota fuertes ataques de ansiedad.

El miedo apareció después de contratar un servicio de Internet. "Vienen dos técnicos, y para mi sorpresa a los dos días me llega un mensaje de uno de ellos tonteando conmigo, diciéndome 'hola guapa, ¿qué tal?', preguntándome que si estaba disponible", relata Carlota.

El mensaje le incomodó. "Le digo que mi teléfono no estaba para ese uso, enseguida me pide perdón, que no pretendía ofenderme", cuenta la víctima.

Una disculpa que no le tranquilizo, porque dice, el miedo queda. "Lo que más respeto te da es que es un señor ha entrado en tu casa, sabe dónde vives, que es lo que tienes, con quien vives", dice Carlota.

El suyo no es un caso aislado, decenas de mujeres denuncian en Internet que repartidores, instaladores e incluso policías, utilizan ilegalmente sus datos para contactar.

La abogada Ruth Sala Ordóñez explica cómo actuar: "Hay que comunicar al entorno inmediato lo que ocurre y, según el nivel que esté tomando la situación, proceder a presentar una denuncia".

Algunas empresas empiezan a tomar medidas con sistemas informáticos que permiten ocultar el número del cliente.

"Permite al restaurante y al repartidor contactar con el cliente, si es necesario, a través de un número genérico", explica Pablo Virseda, director comercial de Just Eat.

De ese modo, el repartidor deja de tener acceso al teléfono directo del consumidor y se evitan nuevas situaciones de acoso.