Aderrien Murry, el niño negro de 11 años que acabó tiroteado tras llamar a la policía para alertar de una discusión doméstica,siguió las órdenes de los agentes en todo momento. Era víctima, un niño, y aun así le dispararon. Lo ha contado en 'Good Morning America', de la televisión de EEUU: "Lo sentí como una pistola eléctrica. Como un gran puñetazo en el pecho".
El niño estaba dormido en su cuarto cuando escuchó una fuerte discusión entre su madre y el exnovio. El niño telefoneó a los policías y cuando llegaron, colaboró con ellos: "Salí, doblé la esquina (del salón) y entonces me disparó".
Ahora, 11 días después del episodio de brutalidad policial que casi le cuesta la vida, Aderrien cuenta cuál fue su primera reacción, correr hacia su madre mientras se desangraba: "Estaba sangrando por la boca y corrí a mi madre, que me presionó la herida".
La familia del pequeño exige el despido fulminante del policía de Mississippi que disparó de forma brutal contra el niño. Quieren que se difundan las imágenes de las cámaras corporales para demostrar que el agente apretó el gatillo sin más contra él. Nakala Murry, la madre, había avisado. Nadie iba armado: "No estoy enfadada. Estoy tan sobrepasada con la alegría de que mi hijo siga vivo que no hay lugar para la rabia. Quiero que se haga justicia".
Aderrien quería ser policía de mayor. Ahora, tras ser tiroteado por un agente, ha cambiado de opinión: "Quiero ser doctor ahora". Una vida inocente, marcada por una cicatriz de bala, que ahora solo busca justicia.