En cada robo empleaban el material explosivo, que inyectaban mediante tubos de goma en los cajeros, y empleaban unas varillas conectadas a una batería de coche como detonante. Una vez explosionado el cajero, los delincuentes empleaban diversas herramientas especializadas como mazas, hachas, palanquetas, cizallas o cinceles para acceder hasta el dinero, y después huían del lugar en vehículos.

Incluso habían fabricado tetrápodos afilados para tirarlos en la carretera en caso de ser perseguidos por las fuerzas de seguridad.

En los registros se ha encontrado numerosa documentación falsa, como pasaportes, permisos de conducir y cartas de identidad de distintos países, así como bombonas de acetileno, pinzas de cableado, disfraces, máscaras, y dinero en efectivo, entre otras herramientas, previsiblemente utilizadas para los robos.

Después de varios robos con fuerza cometidos en cajeros, se inició la operación, denominada Missouri, y se identificó un perfil de ADN del principal sospechoso de un atraco cometido en Jerez de la Frontera, en el que cuatro individuos, dos de ellos armados con una escopeta y otro con un cuchillo, habían accedido al interior de una sucursal y habían atado de pies y manos a un empleado para llevarse el dinero que había en las cajas fuertes.

Estos mismos individuos, ataviados con disfraces muy característicos habían cometido robos con fuerza en sucursales de varias provincias andaluzas.

Además, los investigadores comprobaron que tras la detención de tres de ellos en Portugal, el líder de la organización había recompuesto el grupo trayendo desde Chile a dos personas especialistas en el robo de cajeros mediante la explosión con gas, por lo que comenzaron a actuar de esta manera para los robos.

Los detenidos, la mayoría de origen sudamericano, ya tenían la infraestructura necesaria preparada para llevar a cabo otro robo similar en Bonares, Huelva.