Póngase en situación. Le llega un vídeo o una imagen, lo ve y decide compartirlo con sus contactos o en redes sociales. Cuidado, puede estar cometiendo un delito. No importa que ese vídeo no lo haya grabado usted.
"El que recibe un vídeo, de contenido sexual por ejemplo, y lo difunde puede estar cometiendo un delito de revelación de secretos", explica Marcos Judel Meléndrez, abogado.
Es decir, para condenar al que lo difunde tiene que quedar acreditado que sabía que esas imágenes era ilegales. Algo que no siempre es posible.
Ser el autor del vídeo también cambia la pena. Hay algunas variantes: si la grabación es consentida pero no así su difusión puede ir de tres meses a 1 año de prisión; si no hay consentimiento ni en la grabación ni en la difusión aumenta hasta 5 años; y si es un vídeo de contenido sexual o la víctima es menor la condena puede llegar hasta 7 años.
Pero no solo hablamos de responsabilidad penal, también existe la moral. "Cada una de las personas que viralizan el vídeo en vez de denunciar es responsable", apunta la psicóloga Silvia Álava. Por eso, los expertos advierten: no podemos convertirnos en testigos mudos.
Para evitarlo nos recomiendan una doble regla de oro: en casos así nunca compartir y siempre denunciar. Angustia y ansiedad son los estados por los que puede pasar una víctima en estas situaciones. Una huella en la autoestima tan difícil de borrar que puede llevar incluso al suicidio.
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