Aunque para muchos celebrar el amor es algo imprescindible en días como San Valentín, para muchos otros se pervierte entre los excesos de la práctica consumista relacionada con este día. "En nuestra sociedad amar se ha convertido en un acto de consumo (...) basado en la idea de que comprando declaramos estar amando", señalaba hace ya más de una década la doctora en Humanidades y Comunicación Coral Herrera, coordinadora de Laboratorio del Amor, una comunidad de investigación sobre el amor romántico desde la perspectiva feminista.

Dentro de este acto de consumismo amoroso exacerbado en torno al 14 de febrero es frecuente encontrarse con ese momento en el que no solo has de hacer un regalo para demostrar tu amor, sino que lo has de acompañar de alguna frase ingeniosa para dejarle claro a esa persona lo que significa para ti. Es extremadamente sencillo hacer una búsqueda en Google y toparse con cientos, miles de frases para felicitar San Valentín a quien hoy consideras el amor de tu vida. Pero también es extremadamente fácil elegir mal entre todas ellas, dado que la gran mayoría de las que tradicionalmente se han utilizado en días como este se corresponden con los viejos mitos del amor romántico que no se derribarán hasta que no haya una "buena educación afectivo-sexual a todos los niveles".

Amar no es sufrir: cómo pueden las familias ayudar a sus hijos a derribar los (viejos) mitos del amor romántico

"Sin ti no soy nada" o el mito de la media naranja

  • No sé si vivo para pensar en ti o si pienso en ti para poder vivir
  • Me encanta mi vida porque mi vida eres tú
  • Pienso en el amor de mi vida y me doy cuenta de que tienen tu nombre y apellido
  • Lo mejor de mi vida es estar en la tuya
  • ¡Qué sería de mi vida si no tuviera tu amor! Sólo tu presencia hace mi corazón feliz

¿Qué tienen en común estas frases? Todas apelan a lo mismo: a la necesidad de tener a otra persona, a esa media naranja, para sentirnos completos, sin los cuales no somos nada. Muchas canciones más que populares han alimentado esta idea, desde 'Sin ti no soy nada' de Amaral a 'En mi lado del sofá', de La oreja de Van Gogh, con frases como "Yo sin tu amor soy un montón de cosas menos yo".

El mito de la media naranja es la creencia de que existe una persona predestinada a ser el gran amor de otra, pero también que se necesita a esa otra persona para estar completos. El origen del mito de la media naranja procede de Aristófanes (Atenas, 444 a.C. - 384 a.C.) y de sus enseñanzas, contadas a través de Platón: durante una fiesta celebrada en algún momento del año 416 a.C., Aristófanes habló de tal modo que dio origen a este mito. "El objeto de este diálogo es el amor", comienza 'El banquete', el libro en el que Platón describió estas palabras sobre el amor romántico pronunciadas en una "comida dada por Agatón a Sócrates, a Fedro, al médico Eriximaco, al poeta cómico Aristófanes y a otros".

De Aristófanes surge este mito que dicta que "primitivamente" existían tres tipos de personas: hombres, mujeres y andróginos, todos "dobles" —dos hombres unidos, dos mujeres unidas o un hombre y una mujer unidos—, una especie inferior a las demás. "Estaban unidas por el ombligo y tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos semblantes en una misma cabeza, opuestos el uno al otro y vueltos del lado de la espalda, los órganos de la generación dobles y colocados del lado del semblante, por bajo de la espalda". Este tipo de seres eran fuertes, pero también orgullosos, hasta el punto de llegar a conspirar contra los dioses.

Del mito de la media naranja surge la idea de que uno no está completo hasta que encuentra a su otra mitad

Para castigarlos, pues, "Júpiter resolvió dividir estos hombres dobles" y encargó a Apolo "la curación de la herida". Según este mito, Apolo, para "humillar a los culpables", colocó "los órganos de la generación" —los órganos reproductores— a la espalda de las dos mitades, de modo que fuera imposible engendrar y, por lo tanto, se fuera perdiendo la raza. Júpiter acabó interviniendo para evitar esto, y "puso estos órganos en la parte anterior e hizo posibles la generación y la reproducción", pero desde este momento la generación "se hizo mediante la unión del varón y la hembra". De este mito surge la idea de que uno no está completo hasta que encuentra a su otra mitad, a su alma gemela, a su media naranja.

Y es aquí donde surge el problema: "No deberías tener que estar buscando a tu otra mitad para sentirte completo, sino ser autosuficiente, y no deberías entrar en una relación hasta que seas una persona completa y feliz, porque son las personas felices las que hacen las relaciones felices", explicaba a la cadena británica BBC Mary Balfour, gurú de las relaciones y durante tres décadas responsable de la agencia de emparejamiento más conocida de Londres.

"El amor todo lo puede": la violencia que hay detrás

  • Estar enamorado es vivir amando, amar sufriendo, sufrir callando y siempre sonriendo
  • Lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal (atribuida a Friedrich Nietzsche)
  • Eres el limón que amarga mi vida. Pero sin ti, mi ron no tiene sabor

Detrás de este tipo de frases hay otro mito del amor romántico, de los más extendidos, muy presente en la literatura y en el cine: el del amor omnipotente. "Pensar que el amor lo puede todo nos lleva a soportar y tolerar conductas de maltrato como vejaciones, que conllevan mucho sufrimiento solo por vivir ese amor idealizado", señalan desde el servicio de psicología especializada en relaciones Relación y Mente. "La creencia del amor omnipotente puede tener como consecuencia una actitud pasiva, pensando que los problemas se resolverán solos si hay amor. Todo ello conlleva a que no nos responsabilicemos de los problemas de pareja o incluso terminemos relaciones sin buscar previamente soluciones", añaden.

Coral Herrera, por su parte, insiste en que "el amor no transforma a las personas violentas en personas pacíficas, ni a los promiscuos en monógamos, ni cura a la gente celosa, ni resiste vivo si ha de soportar demasiado dolor durante demasiado tiempo", razón por la cual, señala, "el amor no puede ser incondicional" porque "si no hay respeto y buen trato no hay condiciones para el amor".

Según un estudio llevado a cabo por investigadores de las facultades de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada (UGR) publicado hace unos años, el 70% de los jóvenes entrevistados (153 de entre 18 y 35 años) creía que "el amor lo puede todo", que solo existe "una media naranja" para cada persona y que "el amor es ciego". Más allá de la estadística, este estudio advertía que el principal problema es que "estos mitos se consolidan entre las mujeres y se potencian entre los hombres" pero, además, promocionan el machismo y pueden llegar incluso a generar casos de violencia de género: la mayor parte de estos mitos relegan a la mujer a un plano secundario en el que el hombre tiene el deber de protegerla o someterla.

La manipulación del "Sin ti me muero"

  • Sin ti me siento perdido, como río sin mar, como cielo que no encuentra su lugar
  • Se me hace tan difícil seguir con mi vida... Me cuesta hasta respirar, no tengo quién me motive como lo hacías tú
  • No cambiaría un minuto de ayer contigo por cien años de vida sin ti

Este tipo de frases suman todo lo explicado hasta ahora pero también la manipulación por parte de quien pronuncia estas palabras. Tal y como indican desde el Programa de Atención en Violencia Sexual a Adolescentes de la facultad de Psicología de la Universidad de la República (Uruguay), con este tipo de frases se busca "controlar las conductas o emociones de la otra persona". Este tipo de frases se usan en muchos casos para "reproducir el ciclo de la violencia" con la finalidad de "evitar la separación y continuar con conductas abusivas".

Según Coral Herrera, "someterse o dominar a la persona amada supone construir relaciones desiguales, dependientes, violentas y dolorosas" y hace en muchas ocasiones que sea extremadamente difícil salir de ese círculo de violencia agresión-reconciliación, porque "suele tocar mucho la autoestima". Los vínculos afectivos sanos no deben tender a generar esa dependencia, sino a conservar la autonomía de las partes implicadas en la relación.