Corría febrero de 2020 en España cuando ya teníamos los primeros casos de COVID-19. Sin embargo, todavía no éramos conscientes del peligro. La mayor preocupación era si el Mobile World Congress de Barcelona se cancelaba o no por la caída constante de asistentes por miedo al virus.

Los políticos lo achacaban a un miedo infundado. "No hay ninguna razón de salud pública que impida celebrar el evento", defendía entonces la ministra Calviño y el ministro Illa.

El COVID nos pillaba tan despistados que hasta los matemáticos fallaban al estimar que en España no habría más de 10 casos de coronavirus. Porque, aunque a día de hoy el mundo ya ha perdido más de 1.700.000 personas, entonces se predijeron entre 3.000 y 4.000 en todo el mundo.

Sin embargo, el virus llegó a Italia. El 21 de febrero tenían 16 casos en el norte del país y, al día siguiente, dos muertos.

Fue allí donde llegó el primer confinamiento masivo de Europa y donde vimos, por primera vez y no sin polémica, a un periodista de laSexta con mascarilla, el enviado especial a la zona roja italiana.

Aún así, en el aeropuerto decenas de viajes diarios partían de la zona afectada sin ninguna medida de control para los viajeros.

En España el número de contagiados todavía era tan bajo que cabía en un mapa. Todos los casos eran importados, concretamente procedían de China e Italia. Sin embargo, ese mismo mes, el día 26, descubrimos el primer contagio no importado. El virus ya circulaba por nuestro país. De hecho, para entonces ya habría muerto el primer español a causa del COVID, aunque no nos enteraríamos hasta meses después.