Los familiares denuncian "la indignidad" que reciben los residentes en las residencias, y los trabajadores exigen, entre otras cosas, un parque de residencias publicas, que haya mas personal y una ley de residencia que regule los ratios.
La precarización laboral tiene su consecuencia directa en el trato a los mayores, porque como defiende Rosa, una trabajadora de geriátrico, los ancianos "no son muebles, son personas", y ellos tampoco son robots.
Javier, familiar de una de los ancianos ingresados en una residencia, asegura que algunos residentes acuden a hospitales con infecciones de orina por falta de limpieza y pocos cambios de pañales: "Les dan tres para el día y uno para la noche". Entre sus quejas también se encuentra la falta de personal: "Si tienes que mover a una persona que pesa 100 u 80 kilos con tus manos... tendrían que ser dos personas, pero solamente hay una, y puede que te rompas los huesos".
A los mayores no les queda otra que esperar, y los funcionarios, a veces, van al límite. "Si se te ponen dos personas malas, ¿a quién salvas? Tienes que hacer de juez", ha explicado María, una de ellas.
Las familias exigen, además, un médico presente las 24 horas en las residencias. Mariví, familiar de uno de los ancianos residentes en un geriátrico, asegura que "los centros tienen que ser un modelo socio sanitario, como si fuera un hospital" porque, dice, "realmente no es un hotel", sino que allí ingresan "personas que tienen enfermedades".
Los alimentos también son otro problema. Según afirman los familiares, la comida en las residencias no es de gran calidad porque aseguran que todos los platos son bajos en nutrientes.
Lo que debería ser un hogar donde estén pendientes de su salud y pasen un buen rato, en algunos sitios es, por momentos, un infierno invisible para la sociedad.