Ésta es una fresa, blanca. Una empresa de Lepe, en Huelva, ha empezado a producirla en grandes cantidades. Además de su color, hay cambios también en su sabor: tiene un ligero toque a piña. En Japón se vuelven locos con esta fresa blanca. Aquí, de momento, se compra poco, entre otras cosas, porque su precio es caro.

¿Cuáles son sus características? Tiene una piel lo más clara posible. Las pepitas, cuanto más rojas mejor. Y por dentro, ha de ser totalmente blanca. Su sabor es más dulce que las rojas y con un ligero toque a piña.

El problema: es muy difícil conseguirlas.

Un invernadero de Lepe, en Huelva, es uno de los escasísimos lugares donde se atreven a cultivarlas. Porque su color, eso que las hace tan especiales, es al mismo tiempo su gran debilidad. Cuanto más blancas, más se ven los golpes y rozaduras que se hacen durante su maduración y recolección... Tienen que desecharse muchas y eso encarece su precio.

En Japón hay otra variedad de fresa blanca aún más grande, aún más delicada y muchísimo más cara. Casi 9 euros cada fresa. De cada 100 unidades que consiguen recolectar, tienen que desechar 90 por rozaduras o imperfecciones. Solo el 10% de toda la cosecha acaba en las tiendas. Por eso se venden casi como joyas, en paquetes individuales.

La mejor forma de comérselas es solas, para apreciar mejor sus matices y su peculiar toque a piña. Y por su precio. En repostería, ideal combinarlas con una crema pastelera y un toque de nata montada. Para hacerse con ellas, de momento, solo en fruterías gourmet y casi exclusivamente en Madrid y Barcelona.