Javier Font tiene que esquivar los coches con su silla de ruedas y maniobrar en una acera estrecha y agobiante, en la que se topa con todo tipo de barreras, para poder llegar a uno de los centros de atención a personas con discapacidad de la Comunidad de Madrid.

Si le llevan en coche, ni siquiera hay aparcamiento, ni bordillos que guarden la altura mínima. "Estamos viviendo como si todos los días tuviésemos que pasar una yinkana", denuncia Font, presidente de la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad de la región (FAMMA).

Una situación paradójica, ya que se trata de un centro al que acuden a diario personas para que les valoren su grado de discapacidad. Pese a ello, los accesos nos están para nada adaptados: uno de ellos lo forman unas escaleras, en las que, además de no haber rampa, los escalones están destrozados.

Los usuarios denuncian que, además, las paradas de metro están a más de diez minutos a pie. "La verdad es que podría ser más accesible", lamenta uno de ellos. "Yo tengo que venir con alguien para acceder a este lugar", se queja otro usuario.

Escaleras y parkings inaccesibles

A Óscar, por su parte, le adjudicaron un estacionamiento para personas con discapacidad en la otra esquina de su calle de Alcalá de Guadaira, en Sevilla, sin acceso a la acera y con un largo camino de cien metros hasta casa por la carretera.

"Me pitan los coches muchas veces pasando por allí", explica Óscar, que padece distrofia muscular. "Es un peligro también porque me pueden atropellar", añade.

Para Ana María y María Luisa, una larga escalera es la principal barrera para acceder al padrón municipal de Santigo de Compostela. Un lugar al que tienen que llegar para obtener los documentos imprescindibles para acceder a las ayudas que tienen que ver con su discapacidad.

"Es importante para acceder a alguna prestación o recurso público", explica María Jesús Pérez Piñeiro, portavoz de la Asociación de Personas con Discapacidades. Ella sí ha podido subir, pero con grandes esfuerzos. A Ana María, en cambio, tuvieron que sacarle los papeles a la calle para que pudiera firmarlos.

Los ayuntamientos de estos tres lugares aseguran que están buscando soluciones para que la vida de todas estas personas, y de otras muchas, dejen de ser una aventura diaria y peligrosa.